No sé cómo evitar que el trabajo no se convierta en parte de mi vida. En la escuela nos enseñan a ser imparciales y objetivos como periodistas; pero en la vida diaria cuando ya nos hacemos reporteros, nos recomiendan que no nos involucremos en las tragedias que cubrimos. Sin embargo, yo siempre me he preguntado cómo evitarlo sin perder mi humanidad y si pierdo mi humanidad cómo podré contar historias que conmuevan a la gente y tal vez provoquen un cambio.
No pude evitar involucrarme y lo hice en el caso de Kiana Reinoso, la pequeña dominicana que nació prematura y cuya historia hice pidiéndole a la comunidad que donara dinero para recaudar los 22 mil dólares que costaba la cirugía que prometía devolverle la visión a la bebita en el Bascom Palmer. Afortunadamente mis amigos, familiares, televidentes y todos los que me rodean contribuimos y recaudamos los 22 mil dólares y la pequeña fue operada. Desafortunadamente, la operación no le devolvió la vista. Los padres de Reinoso con voces entrecortadas me llamaron desde el aeropuerto cuando se regresaban a su natal República Dominicana y me agradecieron el reportaje; a pesar de que les expliqué que simplemente yo solamente hice mi trabajo. La operación no le devolvió la visión a Kiana Reinoso, pero sus padres y yo hicimos lo que estaba en nuestras manos y nuestras conciencias quedaron tranquilas.
Tres días atrás cuando iba al supermercado me pidieron cuando caminaba por el estacionamiento donar sangre para los niños recién nacidos y aunque yo estaba muy apurada, dije que sí y doné sangre acordándome de Kiana Reinoso en todo momento. Esa bebita dominicana de cierta forma se quedó conmigo. Ella nació un día después de mí, un 27 de abril. Creo que tampoco olvidaré su cumpleanos.
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